[...] Entonces lo oyó, eran sollozos.
Su corazón comenzó a latir con mucha intensidad, se sentía mareado y débil. Esos sonidos estaban evocando en él recuerdos horribles. Se sintió destrozado, como si acabasen de arrancarle el corazón a mordiscos. Si era un zetaquien estaba llorando con tanto dolor, con tanto sentimiento, Lincoln Walsh lo tenía claro: conseguiría una pistola y se volaría la tapa de los sesos, no podría soportarlo. [...]
No hay comentarios:
Publicar un comentario